miércoles, 27 de mayo de 2009

DespertAR

“Felizmente, se observa en nuestras gentes, que sacudido el antiguo adormecimiento, manifiestan un espíritu noble, dispuesto para grandes cosas y capaz de cualquier sacrificio que conduzca a la consolidación del bien general”.
Mariano Moreno – 25 de mayo de 1810

Curiosamente, el espíritu noble que, según Moreno, el pueblo había recuperado durante la Revolución de Mayo, volvió a adormecerse con el paso de la historia argentina. Ese espíritu que llevó a la independización del entonces Virreynato, y propició el nacimiento de una nueva nación, hoy pareciera haber retomado su letargo. Si bien la historia colaboró para que esto ocurriera (cinco golpes de estado, uno más cruento que el otro), la sociedad hizo lo suyo y permitió que se acallen esos aires revolucionarios. Con el último período militar, la gente optó por el “no te metas”, quizás para no correr la misma suerte de aquellos que pensaban distinto y tenían otro modelo de país.
En Mayo de 1810 encontramos dos posturas políticas claramente definidas: Por un lado los sectores de derecha que buscaban manejar los negocios nacionales y, por el otro, la izquierda que aspiraba a una nación equitativa. Si bien los tiempos y sociedades de ahora no son equiparables con los de antes, esta lucha política se mantuvo durante la historia. En nuestros días la derecha superpone sus propios beneficios por sobre los colectivos y la izquierda quiere redistribuir, a través de métodos no convincentes, lo que en casi doscientos años nunca se repartió.
Volviendo al tema central, cuando decimos “espíritu de mayo” no hablamos de una parte no visible con la que se puede pensar, sentir y querer; más bien nos referimos al legado que dejó aquella revolución que fue el preludio de la independencia. Esa esperanza de formar una sociedad libre, dejando de ser una colonia del imperio español, es lo que permitió que hoy estemos en las puertas del bicentenario. Sin embargo, ese sentimiento se encuentra adormecido en las generaciones actuales. Hoy no encontramos un Moreno o un Saavedra dispuestos a dedicar su vida al aprendizaje o renacimiento de los valores que despertaron aquella revolución.
Contradictoriamente, la sociedad se identifica con personas como De Angelis o D’elia que más que unificar una nación, la dividen y desprestigian los hechos logrados como tal. Sería bueno que a tan poco de que se cumplan los 200 años de la patria, la sociedad haga su autocrítica y logre despertar ese espíritu con el cuál recuperamos la soberanía sobre nuestras tierras para, de una vez por todas, ser lo que soñaron nuestros próceres: Una Nación en serio.


Juan Diego Huerga - Alberto Nuñes - Federico Gayoso

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