domingo, 26 de mayo de 2013

Revolución de prejuicios

Negros, choripaneros, violentos, pagos, borrachos, villeros. Hoy me cansé de leer este tipo de calificativos dedicados en redes sociales para las 700 mil personas que ayer estuvieron en Plaza de Mayo. ¿Un festejo cuasi partidario? Si, puede ser. Pero eso no impidió que familias enteras vayan a disfrutar de un espectáculo único, que no verán en otra fiesta y que, menos aún, accederán gratuitamente. 8:25 de la mañana me embarqué en uno de los cuatro micros que la agrupación Kolina fletó desde Rosario. No nos cobraron pasaje y cualquiera podía ir. Pensé: Ok, tendré que ponerme la remera verde, agitar con cánticos y levantar las banderas en forma de pago. Nada de eso, nadie me pidió que lo haga, es más, en ningún momento porté banderas ni nada que me identifique con la agrupación.
                                          
 No por eso me negaron, a la vuelta, un sándwich de paleta y queso, un alfajor y una gaseosa. Pregunté qué debía ya que una vez más me sentía en deuda, pero me dijeron que nada. Así dejé atrás muchos prejuicios, que a pesar de que eran mínimos, no dejaban de serlo. Viví una tarde emocionante, rodeado de jóvenes que creen en un país mejor y que valoran los cambios realizados. La plaza se vistió de fiesta, con muchas banderas que a veces se tornaban molestas, pero que con pedir amablemente que las bajaran, alcanzaba para solucionarlo. 700 mil personas que vieron a artistas hacer lo que mejor saben, cantar, bailar, volar.


 Un show de fuegos artificiales impresionantes que Malena, una nena de la Villa 31 jamás pensó que iba a ver a pocos metros. El mismo sol que brilló cuarenta años atrás, cuando Héctor Cámpora asumía, volvió a decir presente. También flotaba en el aire una mueca de recuerdo, de nostalgia por ese flaco que ya no está y que también, un 25 de mayo pero de 2003, entraba triunfante a la Casa Rosada. Cristina también lo percibió y no dejó de emocionarse. Las caras de los jóvenes eran de admiración, de aprendizaje y de convicción. Las agrupaciones militantes muestran todo su potencial en este tipo de actos, desafiando distancias y obstáculos, y parecen verdaderas milicias urbanas. Sin embargo el trabajo más grande lo hacen en los barrios, con su gente.

Paradójicamente es el trabajo más grande y menos visible. Ese del que no hablan los diarios. Al menos no recuerdo a algún matutino rosarino destacando a los pibes de Kolina enseñando a leer a un chiquito de República de la Sexta. Pero de eso se trata, de mostrar lo que vende, y lamentablemente, eso no vende. Es más fácil decir que van por la coca y el chori, o el vino, en su defecto, que están pagos, que son negros villeros y que lo único que buscan es provocar violencia. Es mucho más fácil. Pero está bueno hacer este tipo de ejercicio, se los recomiendo. Vale la pena conocer a la gente más allá de los prejuicios, los diarios y la tele. Queda en cada uno decidirse y verlo.

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